No me dejes sin razón de vivir.

- Hola, pajarito... Hoy te voy a contar todas mis penas. Te voy a contar cómo le quiero, de manera infinita, cómo el corazón se me acelera cuando veo esos vaqueros que tan vistos tengo yo aparecer por el pasillo, cómo su sonrisa hace que me olvide de todo lo demás. Él es mi razón de vivir... ¿Por qué te vas de mi mano? ¿Te doy miedo? Pero si sólo soy una tonta enamorada... Ah, entiendo. Crees que estoy loca por hablarle a un animal... sí, te entiendo, cualquiera que me oyera pensaría lo mismo. Pero no estoy loca, ¿entiendes? No lo estoy...- Repetía una y otra vez observando fijamente a la nada.
-¿Vuelve a pensar que está en su balcón hablando con un pájaro?- Preguntó un hombre de aspecto cansado que la observaba desde una esquina de la habitación.
-Sí. Y repite la misma frase una y otra vez: Él es mi razón de vivir...- Respondió la enfermera.
-Y sigue repitiendo una y otra vez que no está loca.-
-Lo sé. Pobrecilla... Me da pena tenerla atada en una habitación más blanca que su propia cara, que ya de por sí es muy blanca...-
-Pero ya tenía ese color en la cara al llegar al manicomio, ¿no?- Preguntó esta vez con cara de la más profunda preocupación el hombre.
-Sí.- Lo consoló ella.
-Yo no estoy loca, pajarito, yo estoy enamorada... de su pelo, de sus ojos, de su sonrisa, de él... Vuelve, pajarito... no me hagas como él, no me enamores y luego te marches dejándome aquí...- Prosiguió la joven de tez casi tan blanca como la misma habitación. Estaba atada a ella por cadenas de sentimientos y emociones, sin dejarle expresarlos en paz. Pero los médicos no entendían... que ella no estaba loca, simplemente... lo echaba de menos.
-No te vayas, pajarito... no hagas como él... no me dejes sin razón de vivir.-

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